Las patatas, cuantos y cuantos guisos, platos y elaboraciones en general tienen como ilustre ingrediente a la patata, casi me atrevería a decir que no podríamos vivir sin ella, yo desde luego creo que no, me encanta de todas las maneras y creo que es un fiel acompañamiento de verduras, carnes, pescados, quizás algo reñida con la pasta, pero seguro que hay alguna combinación que las hermana.
Este plato lo conozco de siempre, de toda la vida en mi casa, lo vi y deguste de mi abuela materna y de mi madre, así que por extensión no falta tampoco en mi casa.
Ingredientes:
3 patatas grandes
Harina
2 huevos camperos
Aceite de oliva virgen extra
Sal
Perejil
3 dientes de ajo
1 cebolla
500 ml. aprox. de caldo
1/2 copita de vino blanco
Lavamos y pelamos las patatas. Las cortamos en rodajas de 1/2 cm aproximadamente.
Las pasamos por harina y huevo batido (a veces añado un chorrito de leche al huevo, asi llega para mas y queda mas suavecito el rebozado) y las freímos en aceite caliente.
No pongáis excesivo aceite y a una temperatura media alta. Dejar que se doren por ambos lados y reservar.
En una cazuela con un chorrito de aceite, pondremos a pochar la cebolla picada finita.
Cuando comience a dorarse añadimos el vino blando, dejamos evaporar un poco y añadimos el majado de ajo y perejil (si queréis lo podéis añadir cortado muy menudito, en vez de machacado). Removemos y añadimos las patatas con cuidado para que no se rompan ni se les quite el rebozado.
Añadimos el caldo y un poco de sal.
Dejamos hacer a fuego suave hasta que veamos que están tiernitas y listas para comer.
Nota: Os aconsejo que utilicéis una buena patata nueva, ya que este plato la estrella es la patata, así que cuanto mejor sabor y textura tenga, mas rico queda el plato.
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